Cecilio Sánchez
(1957 Atzompa, Oax. México)
Miembro fundador de la primera generación del Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo a principios de los 70s dirigido por Roberto Donis. Tamayo trajo la experiencia oaxaqueña al mundo y Tamayo provocó la existencia de una generación de jóvenes artistas.
Las pinturas de Cecilio Sánchez son un tributo a la memoria ancestral en un tiempo en que el diálogo con el pasado es más importante que nunca. Árboles que brotan de cráneos, esqueleto que sostiene una lámpara, la Virgen de Guadalupe, un puma, rostros y máscaras antiguas, fruta, peces, aves que vuelan, cuerpos que se entretejen con la tierra, tantas imágenes que saltan a la vista. Sus increíbles fusiones terrenales son ecos de Tlacuilos ancestrales, de mixtecos y zapotecos.
Estas leyendas visuales no son fijas. Como historias, fluyen como un río. Las imágenes flotan como si el aire mismo contuviera los recuerdos de otros lugares, otros tiempos. Aquí está un arte tan efímero como el tiempo que une todas estas emociones visuales comunales, familiares, de quienes han desaparecido y de quienes permanecen. Todo está en las superficies y el movimiento de las líneas, del color, y la cercanía increíble a la vida.
Las texturas del papel amate evocan el paisaje mismo de Oaxaca. Amate es un tipo de papel que se ha fabricado a mano en México desde épocas precolombinas. Uno puede imaginar infinidad de cosas en este material.
Las increíbles pinturas de Sánchez sobre el amate expresan una totalidad sin siquiera esforzarse. Es natural. ¿Es el cielo o un sueño de peyote? El paisaje está dentro del material, incluso previamente a que el artista le agregue algo. La sensibilidad gráfica está presente también. En otras obras, en otros mundos (cada pintura es un mundo completo) se pueden ver rastros de plantas reales, de hojas de maíz, de arena de su tierra. Estos materiales provienen de un lugar donde los ancestros y los hombres del presente aran para su sustento. Nos recuerdan el ecosistema al cual pertenecemos.
Él ha mantenido un diálogo constante con el papel amate. Él crea sobre este papel sagrado y explora los contornos de la superficie y sus posibilidades. Evita las tendencias y las pautas del mercado. Como un cometa circunda dentro y fuera del mundo de artistas de Oaxaca que siguen a dos o tres “estrellas polares” que los guían, casi siempre desde lejos con un gran respeto. Él ha encontrado una incontrovertible coma y estela de posibilidades en la iconografía mesoamericana, más por su profundidad filosófica que por su carácter estético.